Hace poco leí un hermosísimo libro de Beatriz Vignoli, y quería compartir algunos poemas:
Plegaria
No me dejes creer.
Déjame amar.
Abre en el mundo
la herida que me abrigue.
***
Tarde llego ante los ojos
Con un cuerpo que era de la primavera,
dorado en olas de salvaje inconsciencia o paraíso,
recaigo en templos gravitacionales, en ortopedias áureas,
en la pregunta marina sobre cómo y cónde hallar rasos y sedas
que cuiden el amor cuando todo lo que queda es la espera.
Tarde llego ante los ojos de un guerrero que es mejor que mi padre,
tarde y sin nada que mostrarle más que hechizos y ensalmos.
Soy Darth Vader de mí, soy mis máscaras que se pegan al hueso,
un saber amatorio vuelto inútil por desgaste del kit experimental,
puedo hablar del futuro todavía en aritméticas balísticas del aire,
en trazos de donde me ausento y se aferra la sed a lo que quede de vos.
***
La muerte y la doncella
Lo único que soportábamos hacer esta prohibido:
no hay comida en el mundo que te guste.
Sedas del peligro, bahía minada de tu sonrisa,
mejor no salvar nada del naufragio.
Que la ruina absoluta testimonie.
Caer bajo tu nombre como si fueras la noche
y no una ausencia en fuga, no estas cartas
grabadas a fuego en el vacío. Quedan marcas en la nada.
Heridos por el sueño hemos vivido. Intactos moriremos.
Fosforecencias de lo muerto nos envía el futuro.
Qué esperabas en la selva. Qué obtendrías del tiempo.
Golpean. No abras la puerta. No hay nadie ahí.
***
El viento es inocente
Como granizo caen tus pasos alejándose
mientras sueño con detectores de metales.
En el sueño no se podían mostrar las armas.
Ajusto el zoom de la espera a lo posible
y desenfoco el mundo.
Una pregunta lo destruiría todo.
El viento es inocente
de todo lo que arrasa.
***
Termotanque
1.
¿Acaso alguna vez hubo mundo?
¿Qué envés de un crimen es este amor de páramo,
esta mano sola que te aplaude?
Piadosas niebla y nieve, vengan, velen
los cráteres del odio;
somos lo que nos dieron,
somos los restos vivos del amor.
Soy extranjera en casa.
Todo lo que hice fue conservar la herencia,
recordar la buena suerte.
Todavía comemos de la misericordia;
vivimos ordenando fragmentos de lo que se deshace.
El fuego recuerda la música.
Los pobres levantan el muerto.
Los tontos nos ponemos a pensar.
¿Adónde hay que rendirse?
2.
Vamos a esperar que pare el viento,
que cese de hendir el aire su blanda velocidad.
Porque si todo el aire es viento,
si el paisaje no para,
¿cómo fingirá quedarse quieto el tiempo,
hacer como que no pasa?
Viento es el nombre del espacio vuelto tiempo
en la tarde en que una rasa brevedad
viene del fondo,
una merced del aire.
Y si el viento deseara soplar,
ero seríamos:
aire que va
porque quiere, y no
porque no puede no,
no como el aljibe olvidado del corazón,
mudo hasta que se rompe.
3.
Nostalgia de la esperanza,
no culpes más al mundo.
Todo lo que está vivo es más joven que nosotros.
Mientras hubo palabras sostuvimos el tiempo;
ahora hemos quedado al otro lado de todo,
en el envés del mundo que es esta sepultura
como una gran tiniebla donde enciendo
esta ínfima brasa que parece tus ojos
y cuido con la mano aunque el mínimo fuego
deveore todo el aire.
Falta presión al gas, nada arde bien,
algo obstruido, algo sucio, a lo mejor
falte amor en las entrañas de la tierra.
Ha caído el imperio de las cosas.
Es una democracia de ceniceros robados.
Después de la bondad amarilla de los tilos,
tras la amabilidad navegable del viento,
en la costa tus números aúllan:
¿Era tejido el día con lana de colores?
¿Alguna buena huella me sostiene
para luego de mí?
Magenta era, cavado
en un bolsón de bosque como si con manos
sucias de dinamitarles catedrales
pudiéramos sentarnos a vivir.
No eran los días próximos;
eran días futuros.
Nos suavizaba el aire el porvenir.
Y el café era el alimento negro,
sabroso, del pensamiento.
Un baño del bebé, acontecimientos
que la madre recuerda:
Las cosas de la casa son amables
para quien no odie la forma que ha tomado
su propia vida, enfermas
de lo que falta…
El baño del bebé
en la memoria rota del termotanque.
4.
Nos salvará que nazca lo que no tiene precio.
Lo nacido brilla en la tiniebla,
estrella de perdón para nosotros:
nosotros, en la zona de la matanza,
nosotros que habitamos la zona de aniquilación
cantamos lo nacido. No hay compasión aquí.
Pero lo nacido nos bendice
en su natividad animal. Adoración
del cachorro de oro, del tesoro
que es un sol en la noche:
precious, my precious. Anillo que nos une
a lo bendito. Panza de lo nacido,
respira.
Beatriz Vignoli, Lo gris en el canto de las hojas (Poemas), Baltasara Editora, Rosario, Pcia. de Santa Fe, Argentina, 2014.
Escritora. Publica sus poemas desde 1979. En 1991, comenzó a colaborar en la sección Cultura de Rosario/12, donde actualmente es crítica de Plástica y Literatura. Una reseña suya publicada en Rosario/12 el martes 21 de agosto de 2007 obtuvo en 2009 el premio Blanca Stabile de la Asociación Argentina de Críticos de Arte. Ha colaborado además en el diario The Buenos Aires Herald, el suplemento Grandes Líneas del diario El Ciudadano y las revistas Expreso Imaginario, Diario de Poesía, Hablar de Poesía, trespuntos, Fénix y MOR. Tres de sus novelas se publicaron por capítulos en la sección Contratapa de Rosario/12: “DAF”, “Molinari Baila” y “El Bote”. Las dos primeras fueron publicadas luego como libro, al igual que “Nadie sabe adónde va la noche”, “Es imposible pero podría mentirte” y “Reality”, con la que ganó un segundo premio en la edición 2004 del concurso municipal Manuel Musto. En poesía publicó los libros “Almagro”, “Viernes”, “Bengala” y “Lo gris en el canto de las hojas”. También escribió el libro de crónica barrial “Kozmik Tango”, sobre el cual co-produjo un cortometraje con Mala Frame y la Dirección de Educación de Rosario. Es curadora independiente de artes plásticas y traductora de inglés.
Extraído de https://www.pagina12.com.ar/autores/640-beatriz-vignoli donde publica semanalmente.
Entrevista interesante para conocer más sobre ella: https://www.lanacion.com.ar/2031755-beatriz-vignoli-al-escribir-un-poema-busco-expresar-algo-ya-no-explorar-formas