Alfonsina

a storni
Alfonsina Storni en Mar del Plata. Fuente: Wikimedia Commons.

Barrancas del Plata en Colonia


Redoble en verde de tambor los sapos

y altos los candelabros mortecinos

de los cardos me escoltan con el agua

que un sol esmerilado carga al hombro.

 

El sol me dobla en una larga torre

que va conmigo por la tarde agreste

y el paisaje se cae y se levanta

en la falda y el filo de las lomas.

 

Algo contarme quiere aquel hinojo

que me golpea la olvidada pierna,

máquina de marchar que el viento empuja.

 

Y el cielo rompe dique de morados

que inundan agua y tierra; y sobrenada

la arboladura negra de los pinos.

 

                               ——

 

Danzón porteño

Una tarde, borracha de tus uvas

amarilla de muerte, buenos aires,

que alzas en sol de otoño en las laderas

enfriadas del oeste, en los tramontos,

 

vi plegarse tu negro Puente Alsina

como un gran bandoneón y a sus compases

danzar tu tango entre haraposas luces

a las barcazas rotas del Riachuelo:

 

Sus venenosas aguas, viboreando

hilos de sangre; y la hacinada cueva;

y los bloques de fábricas mohosas.

 

echando alientos, por las chimeneas,

de pechos devorados, machacaban

contorsionados su obsedido llanto.

 

——

 

Palabras manidas a la luna

 

Quiero mirarte una vez más, nacida

del aire azul, con gotas de rocío

pendientes sobre el mundo, aligerada

de la angustia mortal y su miseria.

 

Sobre el azogue, más azul, del río,

diciendo “llora”, amé, tan transparente

que no hay palabras para aprisionarte,

nácar y nieve sueños de ti misma.

 

Baja: mi corazón te está pidiendo.

Podrido está; lo entrego a tus cuidados.

Pasa tus dedos blancos suavemente

 

sobre él; quiero dormir, pero en tus linos,

lejano el odio y apagado el miedo;

confesado y humilde y destronado.

 

——

 

Planos en un crepúsculo

 

Primero había una gran tela azúrea

de rosados dragones claveteada;

muy alta y desde lejos avanzando,

pero recién nacida y pudorosa.

 

Y más abajo grises continentes

de nubes separaban los azules;

y más abajo pájaros oscuros

bañábanse en los mares intermedios.

 

Y más abajo aún, ceñudo el bloque

de milenarios pinos susurraba

una canción primera de raíces.

 

Y estaban, más abajo todavía,

prendidos a la tierra los humanos

rechinando los dientes y herrumbrosos.

Alfonsina Storni, Poesía en  Mascarilla y trébol (1938), Buenos Aires, Losada editorial, 2017.

——

 

Uno

 

Viaja en el tren en donde viajo. ¿Viene

del Tigre, por ventura?

Su carne firme tiene

la moldura

 

de los varones idos y en su boca

como en prieto canal,

se le sofoca

el bermejo caudal…

su piel

color de miel

delata el agua que baño la piel.

(¿Hace un momento, acaso, las gavillas

de agua azul, no abrían sus mejillas,

los anchos hombros, su brazada heroica

de nadador?)

 

¿No era una estoica

flor

todo su cuerpo elástico, elegante,

de nadador,

echado hacia adelante

en el esfuerzo vencedor?

 

La ventanilla copia el pétreo torso

disimulado bajo el blanco lino de la pechera.

(¿En otras vidas, remontaba el corso

mar, la dulce aventura por señuelo,

con la luna primera?)

 

Luce, ahora, un pañuelo

de fina seda sobre el corazón,

y sobre media delicada cae su pantalón.

 

Desde un asiento, inexpresiva, espío

sin mirar casi, su perfil de cobre.

¿Me siente acaso? ¿Sabe que está sobre

su tenso cuello este deseo mío

de deslizar la mano suavemente

por el hombro potente?

                               ——

 

Momento

 

Una ciudad hecha de huesos grises

se abandona a mis pies.

 

Como tajos negros,

las calles

separan el osario, lo cuadriculan,

lo ordenan, lo levantan.

 

En la ciudad, erizada de dos millones de hombres,

no tengo un ser amado…

 

El cielo, más gris aún

que la ciudad,

desciende sobre mí,

se apodera de mi vida,

traba mis arterias,

apaga mi voz…

 

Como un torbellino,

no obstante,

al que no puedo substraerme.

el mundo gira alrededor

de un punto muerto:

mi corazón.

——

 

Torre

 

Suspendida en el aire,

mi casa respira,

por sus anchas ventanas,

la energía

solar.

Encerrándola

en su anillo enloquecedor

el cielo circula por ella

de un extremo a otro

en largos y anchos

ríos de luz.

En el centro,

isla triste y solitaria,

mi cuerpo,

quieto contra la corriente,

absorbe.

 

Alfonsina Storni, Poesía en  Mundo de siete pozos (1935), Buenos Aires, Losada editorial, 2017.

 

Alfonsina Storni  (1892-1938) es considerada una de las poetas más importantes de nuestro país, con gran influencia en las generaciones posteriores. Para leer más sobre ella, la nota de Vicente Muleiro en Caras y Caretas en 2018.

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