Las últimas palabras de mi abuela inglesa
Había algunos platos sucios
y un vaso de leche a su lado
sobre una mesilla junto a la cama
enmarañada y apestosa…
Acurrucada y casi ciega
yacía y roncaba-
despabilándose con un tono de voz disgustado
para pedir a gritos la comida:
¡Dame algo de comer!»,
«Dejeme que la lleve
al hospital -le dije-
y cuando se encuentre bien
podrá usted hace lo que le plazca.»
Me sonrió. «Vale,
primero haz tú lo que te plazca
y después podré hacer yo lo que me plazca a mí…»
«¡Ay, ay, ay!», gimoteó
cuando los hombres de la ambulancia
la pusieron en la camilla:
» ¿Y a esto lo llamáis
ponerme cómoda?»
A esas, alturas su mente estaba despejada:
«Ah, os creiés muy listos
vosotros los jóvenes
-dijo- pero yo os digo
que no sabéis nada de nada».
Entonces arrancamos.
Durante el trayecto
pasamos a lo largo de una hilera
de olmos. Estuvo mirándolos un rato
por la ventana de la ambulancia
y dijo:
«¿Qué son todas esas cosas ahí fuera
cubiertas como de pelusilla?
¿Árboles? Bueno, ya estoy
harta de ellos», y giró la cabeza.

Retrato proletariado
Una mujer joven y alta sin sombrero
en delantal
El pelo recogido parada
en la calle
Un pie enfundado en una media
que roza la acera
El zapato en la mano. Observa
atentamente el interior
Saca la plantilla de papel
para encontrar el clavo
Que ha estado haciendole daño

Las peonías robadas
Lo que me daban las mujeres
era difícil decirlo
Flossie
tú no
tú viviste conmigo
muchos años recuerda
el año en que tuvimos
aquel magnífico tiesto
de peonías
qué contentos estábamos
los dos con ellas
pero una noche
nos las robaron
compartimos la pérdida
ninguno pudo pensar
en nada más
durante todo un día
nada podría
habernos unido tanto
llevábamos
casados diez años
William Carlos Williams, (trad.J.M. López Merino) Antología bilingûe, Alianza Editorial, Madrid, 2009.
William Carlos Williams, (1883-1963) poeta estadounidense. Para conocer más sobre su obra leer el blog de Sandra Toro o el de Jorge Aulicino, como también el artículo en Buenos Aires Poetry y en Eterna Cadencia.