Después de un año
de viajar desnudo en una bolsa
bajé a la costa y me dormía en Quilmes
oyendo los ladridos de los ranchos
pero él dijo:
“De espaldas sobre el mundo
con esta bayoneta cavé en ellas
En esa misma posición yo quiero
que escuches este informe sin dormirte:
“Las obligaba a mantenerse erguidas
y a hablar así mirándome a los ojos
a pesar del pudor sin derrumbarse
hacia mi cuerpo inmóvil
como amazonas en la silla cómodas
pero estribando demasiado corto
Y al paso al trote o nuevamente al paso
cada vez que el silencio me enfrentaba
o entre nubes de arena divisaba volando
una nueva cometa rasante peligrosa
de una valla a otra valla las oía
Y las primeras veces que ocultando sus pechos
y sus rostros caían sus cabellos
eran mis manos las que los apartaban
porque al comienzo ellas no se atreven
a tocárselos siquiera
y para hablar sin luz se sirven de ellos
como de las rejillas de los confesionarios
“Cada tantos minutos
sus cuerpos rígidos se desplomaban
como ramas hachadas que aunque las contengamos
con los brazos en alto
igual se abrazan a los hombres rasguñándolos
y nos impiden ver el cielo
La primera vez siempre como altísima ola
que una playa muy larga espera en todas partes
Las demás como baldes con hojas que alguien vuelca
siempre en el mismo sitio:
en el espacio libre entre dos cuerpos
y entre espasmo y espasmo
(más o menos seguidos
según se liberarán en ellas las virtudes
del fuego y la obediencia —y que yo iba contando
hasta llegar el último:
oh número final siempre lejano!— )
buscaban a mis ojos con ojos asombrados
agradecidos imperiosos dulces
“Pero sin esperar una respuesta
volvían a erguirse y a entubiar sus ojos
y nada más que al paso al trote al paso
(porque jamás renuncian y desmontan
pero nunca jamás lanzan tampoco
la memoria al galope)
continuaban hablando avergozándose
cada vez que mentían abreviaban
desfiguraban u ocultaban algo
y yo las descubría y me sentían
como a un freno en la boca tironeándolas
y aumentando su sed que yo apagaba
llevando hasta sus labios con mi mano
el vaso de agua que buscaban al tacto
sin dejar un instante de observarlas
“También de rato en rato acariciaba
sus cabellos sus hombros suavemente
masajeaba sus tríceps cuando desfallecientes
apoyaban sus manos en mi pecho
como en una montura donde hay crines pegadas
y así se sostenían sin rigidez cansadas
como si terminaran de quitarles del pecho
a un hijo que no sabe mamar bien todavía
Pero luego de un poco más de charla
ellas solas buscaban el vaso como se hace
para abrir de a caballo una tranquera
y además ordenaban sus cabellos
rápidamente y con la mano en alto
después de cada nuevo espasmo como golpe
de viento en las espaldas despeinándolas
(como después de haber pasado a otro potrero
Y haber cerrado la tranquera)
y sonreían…
“Y así de espasmo a espasmo
Iba creciendo un monte pálido:
Nombres hombres caricias
y ellas mismas ya oyéndose y mirándose
como en espejos verticales que ocupaban
todo el espacio en cada historia
Narraciones sin lluvias sin pájaros sin vientos
Tan sólo un cortinado detrás de ellas!
Y el hombre
desaparecía en hombres
y los hombres en pequeños seres
hábilmente elegidos en secreto (sagrados
para ellas pese a todo pero sólo
más allá o más acá
de sus borrosos rostros)
cada uno de ellos en la punta de un hilo
de semen de una red
con araña y sin víctimas
Pluma Rayo Serpiente no decían
por qué Ser habían sido sometidas
Extraño parque: trozo de manguera
cortada de un hachazo
no unida a una canilla
y ellas igual bebiendo prodigiosas
de ese pico en el aire
un instante un verano entre horizontes…
Y la palabra “amor” nunca usada!
(De espaldas
como yo sobre la costa
oyendo los ladridos y escuchándolo
de pronto lo veo a él sobre una duna
Veo también a una mujer muy joven
desnuda en un vieja bañera
rodeada de violetas por el agua
bajo un empapelado de violetas
Y gira lentamente La Traviata
Y amanece amanece amanece…)
“Y como por la punta
Apoyada en mi pecho
de un embudo rosado gigantesco
caían sus historias
y ninguna palabra de amor necesitaban
para ser más perfectas
Y dentro de ese embudo rosado yo encontraba
pan bañado en alcohol para mis aves
para el tiempo
para los límites del mundo
Por ellas todo desaparecía y flotábamos inmortales
días y días
lejos de las ciudades
aunque odiara a sus almas y a la mía
“Y ni árboles ni pájaros
ni amor ni lluvias ni caballos ya hacían falta!
Por la última avenida
junto a los depósitos junto al futuro que peligra
más dilatados y más libres que el universo éramos
amándonos después de esas historias
Aunque por ellas
por sus depósitos de huevos olvidados —andando
por la última avenida abierta hacia la nada —
se precipitaran al mar todas las máscaras
de amor de mis historias de espigones
con amaneceres fríos
con gaviotas hambrientas, apretándose
hombre y mujer enamorados pero ignorantes:
necesitándose sin saber para qué…”
—Te llamaré Legión Extranjera —le dije
—Te llamaré —me dijo —
Aquí-amanece-gris-y-el-viento-trae-violetas
Pero ya lo había oído entre las islas
del Paraná Mini un día de la Virgen:
Amor te llamo Adiós me abrazo escucho el viento
Que aquí amanece gris y trae violetas
Y recordé el gimnasio al qu yo entraba
a la mañana adolescente:
Ningún ave ha cruzado esta cadena
Sin plumas y sin sangre los chirridos
La bolsa balanceándose recuerda
Al que partió de Aquí hace un instante
Aleluya
Aleluya
Héctor Viel Temperley, Obra Completa, Ediciones Del Dock, Buenos Aires, 2013.