
Cuatro ángulos, idéntica certidumbre
I
Mirar y mirar,
…………………la mirada
con su pretensión de ignorar
que lo que se ve se esfuma en cuanto
deja de ser mirado,
………………..y que si bien
hubo siempre cosas para mirar,
y hay, habrá,
…………………no tan innegable es
que no cese de haber quien las mire.
.
II
Mirar y observar
con la congoja de reconocerse
en la perspectiva de que no
se es dueño de un yo permanente,
y lo dudoso, al no haberlo,
de contar con un yo hacedor
de nuestros actos,
un actor detrás de ellos, un receptor
detrás detrás de nuestra percepción.
.
III
Mirando y apresando
intercambios desnudos,
………………………………….sólo
réplicas entre el que mira y lo mirado,
y nada que se encarne, ninguna
materia física,
…………………..las miradas
yendo como flechas, impalpables
hacia el murmurante arroyo, hacia
abrazos abiertos, ramas cargadas,
pero sin apagarnos la sed, dejarnos
chocar el ciruelo, sacudirlo,
abrazar y permitir el abrazo:
……………………………………..nada más que una
refulgente imposición y fruición
de los ojos,
……………….pensamientos en miradas, acceso
a la certidumbre de que todo ser vivo
es a la larga pensamiento, subsiste
lo que un pensamiento.
.
IV
Mirando y llorando
el peor de los desengaños, la imposibilidad
de imágenes increadas, sin nacimiento ni muerte,
del ojo duradero, imperecible, sin alteraciones
ante lo que pasa por él,
………………………………..como ahora
está pasando, alta, erguida, inspiradora,
una mujer con ojos tan violetas
como su vestido violeta, su sombrero violeta
con listas blancas.
.
Alberto Girri, Quien habla no está muerto en Obra Poética III, ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1980.