
(fragmento)
I
El hombre inclinado sobre su guitarra,
un sastre de mala muerte. El día era verde.
Le dijeron: “Tienes una guitarra azul,
tú no ejecutas las cosas como son”.
El hombre respondió: “Las cosas como son
en la guitarra sufren un cambio”.
Y entonces le dijeron: “Pero toca, debes hacerlo,
un aire que nos trascienda y que a la vez sea nosotros,
un aire en la guitarra azul
de las cosas exactamente como son”.
XVIII
Un sueño (por así llamarlo) en el cual
pueda yo creer, frente al objeto,
un sueño ya nomás sueño, sino una cosa,
de las cosas como son, como la guitarra azul,
en ciertas noches, después de largo rasguear,
se consagra a pulsar los sentidos, no los dedos,
pero los auténticos sentidos, como cuando desfloran
el resplandor del viento. O cuando llega el alba,
como la luz en un reverbero de escollos
emergiendo de un mar que fue.
XIX
Que pueda yo reducir el monstruo
a mí mismo, y luego ser yo mismo
frente al monstruo, ser más que una parte
de él, más que el monstruo tañedor
de uno de sus monstruosos laúdes, no estar solo,
sino juzgar el monstruo y ser
dos cosas, las dos juntas como una,
y tañer al monstruo y a mí mismo,
o mejor, para nada a mí mismo
sino a él, a su inteligencia,
y ser en el laúd el león,
antes ese león encerrado en la piedra.
XXII
La poesía es el tema del poema.
De esto nace el poema y a esto
vuelve. Entre ambos extremos,
entre origen y retorno,
existe una ausencia de la realidad,
las cosas como son. O así parecen serlo.
¿Pero son distintos? Es una ausencia
lo que al poema da la verdadera
apariencia, verde de sol, rojo de nube,
tierra que siente, cielo que pienso.
De éstos toma. Tal vez da
en universal reciprocidad.
W.Stevens (traducción a.Girri)