ME DESPIERTO EN LA NOCHE

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Me despierto en la noche y aquí estoy
a solas con mi cabeza irritada.
Un cerebro en la oscuridad no puede hacer política.
Su gelatina hierve, ávida de oxígenos,
de sustancia continua,
de realista materia iluminada y fulgor sexual:
apostando
a un universo visible para redimirlo.
Es un pintor absoluto, el cerebro.
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DALIA INCLINADA HACIA MI VENTANA
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Celebro que no seas
una efusión de mi cabeza calcinada
sino la aventura de una vida individual
que me busca en la tarde lluviosa.
Mi apuesta es dedicarte
lo que puede salvarse de un fracaso
ahora que inclinas hacia mi ventana
tú pesado estallido purpúreo, por líneas
de azul cruzadas y gotas que se demoran.
Desalojo el humo y la negación
de mis pulmones. Suavizo
el crujido estacional de mis articulaciones.
Puesto que no obtuve
una respuesta consistente en mi agujero mental,
sino abstracciones monstruosas
y una certeza de condenado por la época
entro en tu frío peso como mi última edad.
Ensayadas mentiras huyen por la ventana
y oscurece a mis espaldas. Pero tú salvas
mis porciones secretas: ahora que compartimos
un naufragio carnal
qué parece tan lento y justo bajo la lluvia.
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Poemas de Violín obligado.
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PERPLEJIDADES AL AMANECER
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I
Un mínimo de fe para buscar a tientas
la camisa más despierta. Una especie
de convicción para sentirme apto.
En la oscuridad de menguante, el dormitorio
huele existencia en bruto,
a ropa fría, a zapatos caídos
con toda la neura encima. Esto insiste
en tener algo que ver conmigo.
Desde la calle
los ruidos ciegos y la jadeante
respiración de la materia manufacturada
suben con sus propias razones para vivir.
He aquí lo espumoso, la tierra triunfante
que apenas me concierne. Pero la camisa
ya pierde su inocencia, reclama relaciones
y el perpetuo fracaso de la identidad
en el amanecer de este día laborable.
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II
Desamparo ideológico del lunes:
en la madrugada invernal ha concluido
el aplazamiento. Perplejo
y desdichado a su manera, el pie
con qué bajamos de la cama se detiene
a medio camino. En ese titubeo prenatal
también vacilan
el resto del cuerpo
y el ser en general con su condena.
La realidad privada paraliza su regreso
el viejo desastre, a la recurrente
y oscuro oportunidad. ¿Qué clase de verdad
hay en esa negación? ¿Qué mano de la época
pon en las opciones individuales en punto muerto?
En el cerebro cerrado circula
un gemido que nos retiene al borde
de la respiración universal del día.
Y entre la historia a punto de caer
en la taza de café y la vuelta del rostro
ala dorada aniquilación personal
comienza el lunes en todo el país.
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MOSCA FINAL
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Tiesa en el vidrio y su engaño, todavía
se aferra un resto de luz menguante.
Calmada forma final
ya no tiene razón contra el invierno.
Un fracaso a la vista del cielo:
veo la dignidad
de concluir con la tarde, en un gris moribundo
aplastado a lo traslúcido. Una pizca
de frío residuo planetario
hacia abajo chupado, a lo indistinto.
En su descenso cumple
una certeza de orden, mientras ignoro
la ley de mi propia disolución.
La muerte
no me reserva esa lógica suave,
su tranquila mecánica
sino un final inexacto, sometido
a un desesperado anhelo personal.
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Poemas de Cabeza final
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Giannuzzi, Joaquín, Obra completa, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2014.