AFLUENCIA
Yo hice un libro, pero, oh mi Dios,
no perdí la poesía.
Hoy después de la fiesta,
cuando me levanté para hacer café,
una densa neblina volvía de ceniza los pastos,
las casas, las personas con los paquetes de pan.
El hilo indesarmable de la vida tejía su curso.
Persistiendo, la necesidad de los relojes,
de los descongestionantes nasales.
Mi libro sobre la mesa contrapunteaba exacto
con los gorriones, los urinales por la mitad,
el antiguo e intenso deseo de un verso.
El reloj sonó sin asustar a las migas sobre la mesa.
Como antes, gracias a Dios.
Imagen: Niño mirando por la ventana, Rodrigo Alvarez en Flickr CC.
HUÉRFANA EN LA VENTANA
Estoy con nostalgia de Dios,
una nostagia tan honda que me seca.
Estoy como paja y nada me conforta.
El amor hoy está tan pobre, tiene gripe,
mi aliento no está para salones.
Me quedo en casa esperando aDios,
escarbando la uña, hurgando mi nariz llorosa,
queriendo un póster de él, en mi cuarto,
amando igual que antes
la palabra crepúsculo.
Toda la vida supe que el mundo es destierro.
Cuando el sol se va es para la casa de Dios que va,
para la casa donde está mi padre.
Adelia Prado, EL CORAZÓN DISPARADO, colección Brönte, Editorial Leviatan, Buenos Aires, 1994.