Una mujer pobre aprende a escribir

.
Está en cuclillas, los pies desnudos,
abiertos, sin
gracia; la falda metida alrededor de los tobillos.
.
Tiene la cara marchita y agrietada.
Parece vieja,
más vieja que nadie.
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Probablemente tiene treinta años.
Sus manos, también arrugadas y agrietadas,
garabatean con torpeza. Su pelo está escondido.
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Escribe con un palo, laboriosamente,
en la tierra húmeda y gris,
mientras frunce, con ansiedad, el ceño.
.
Escribe letras grandes, anchas.
Ahí está, terminada,
su primera palabra hasta ahora.
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Nunca pensó que podría hacerlo,
ella, no.
Eso era para otros.
.
Mira hacia arriba, sonríe
como disculpándose,
pero no lo hace; esta vez, no; ahora sí lo hizo bien.
.
¿Qué está escrito en el barro?
Su nombre. No podemos leerlo.
Pero lo podemos adivinar. Mira su cara:
.
¿Es una Flor gozosa? ¿Radiante? ¿Sol reflejado en el Agua?

Margaret Atwood, La puerta, Ed.Bruguera, Barcelona, España, 2009.

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