4
Hacia las flores el humo se disuelve
del mismo modo que se apaga
la sierra: entonces ellos vuelven
a dar voces, se avisan y llaman
en el concierto de un olor a pino.
Mi oído se reconcilia con la tregua
como si en el instante hubiera paz:
ellos caminan del otro lado
en un aire irisado y sucio, frío,
y yo quiero entrar a esa realidad
como se sale de un sueño, para ver,
pero otra vez empieza ese rugido
y me corta
el paso en dos,
como a uno de los
troncos condenados.
Mientras, potentes y ciegos,
los penachos en espiral del humo
avisan que no cesa la mortandad.
12
Recién llegada a “un campo que concentra”
esa frase, escrita en cartas ya por mí,
cuando la idea de campo no tenía
para mi cuerpo una vida natural,
y el aire salvaje y la vegetación
eran sólo materia de dibujo y geografía,
esa frase nombra, otra vez,
el ensayo de una
inmersión violenta en lo perdido de mí.
Concentrar (el verbo de la herida
que el poema no lava)
es un destino de llegada para mí_
el escenario de la escena del crimen,
donde nada está en su lugar y acomodar
es la ilusión de la escritura.
Pero tierra pelada, brotes, lo esparcido,
lo sucio de un trabajo abandonado
bajo la nieve, engañan. cada cosa aquí
tiene su posición y su sentido,
sólo yo vengo, me voy, soy la futura
pieza del encastre que construyen
sin saber qué soy, quién: soy ésa,
la que vió cómo los árboles cayeron
y no puede hacer a un lado la cabeza.
Liliana Lukin. TEATRO DE OPERACIONES. Anatomía y Literatura. Ediciones en Danza. 2007